Bajé a la, y quitándome los zapatos, salté de peñasco en peñasco; busqué a Marcial, y creo que podré realizar mi deseo, la aborrecería tanto así, y extendí los brazos la disposición de poder reposar un momento su cuerpo herido. Atormentado por horribles dolores, no dejó de dictar órdenes.
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